Serie: Bye Bye Summer

Estaba sentado en la terraza de la habitación del hotel, consumiendo mis últimos minutos de vacaciones en la isla. En el interior, sobre las camas, las maletas casi preparadas para cerrarlas y echarles el candado. En unas horas, tomaríamos el vuelo de regreso, y daríamos por acabado el periodo estival. Llegamos una semana antes, con muchas ilusiones, propósitos, ganas de desconectar, de disfrutar de la playa, del mar. Terapia familiar. El mes anterior, mientras preparaba el viaje, caí en la cuenta de que, a pesar de tantos años tomando juntos vacaciones, jamás confeccionamos un álbum con nuestras fotos. Siempre terminaban perdidas por discos duros y tarjetas de memoria. Sumidas en el olvido. ¿Dónde quedaron esos momentos que nos hicieron felices? ¿Dónde están para agarrarnos a ellos, para despertar nuestros recuerdos, para evitar perderlos en el mar de la memoria? Y entonces me pregunté, ¿de qué color son esos recuerdos? ¿cómo recobran vida? Y ante mi, sin saber por qué, imaginé un álbum repleto de fotos hechas con una polaroid, fotos de escenas ligeramente borrosas y con una paleta de color que, de forma inexplicable, asociamos a un tiempo pasado. Fue entonces cuando decidí comprarme una cámara de fotos instantánea, al estilo polaroid.

Paseé con ella durante todos los días de veraneo, me limité a tomar fotos de escenas familiares, y en ocasiones, de momentos en los que sentía la necesidad de grabarlos de alguna manera y evitar que se perdieran en mi memoria. Y mientras estaba sentado viendo esas maletas preparadas para la vuelta, una frase zarandeó mi cuerpo con una cierta carga de tristeza, de la tristeza que surge cuando decimos adiós a algo que de alguna manera nos puede haber marcado por la intensidad con la que se ha vivido, aunque sea interiormente. «bye bye summer».

Al llegar a casa, me pregunté cómo podía decir adiós mientras evocaba el tiempo vivido durante esa semana, cómo hacerlo con un puñado de imágenes. Revisé todas las fotografías realizadas, y seleccioné aquellas que mostraban escenas que me susurraban, que me punzaban o pellizcaban al verlas, excluyendo, lógicamente aquellas en las que aparecía de forma clara mi familia, pues mi deseo era hacer una serie para expresar ese sentimiento de despedida de forma pública en mis redes sociales, un tributo a la vida por regalarme esos instantes tan plenos.

Y esto es lo que muestro en esta serie de catorce imágenes. Son imágenes muy personales, que podrán llegar unas más que otras, pero reflejan un poco un estado de ánimo. Imágenes que me hablan en la distancia, a veces en susurros, a veces emitiendo un eco, otras, un silencio. Lanzo esta serie a la red, como si la lanzara al mar, con la esperanza de que un día, estando en una de esas playas, estas imágenes recobren vida en mi memoria y me envuelvan de nuevo.

Bye, bye, summer.

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